Voy a acceder sólo porque ya me comprometí
La segunda de las tres creencias que decidí dejar ir porque ya no hacen parte de quien soy hoy.
Cuando aparece, siento que me anulo.
Siento que debo algo y que no puedo querer algo diferente.
Siento que estoy irrespetando a la otra persona y que me puede rechazar, insultar, dejar de querer compartir conmigo…
Me siento en una prisión.
Una en la que yo misma me puse.
Porque desde ese lugar en el que me anulo a mi misma, me digo: “no importa lo que quieras, debes cumplir”.
Soy incapaz de expresar lo que siento realmente para no enfrentarme. Me siento minúscula y no puedo hacerlo.
Es un círculo vicioso.
Me libero de la creencia de sentirme culpable para dar paso a mi grandeza, a la Fabianna que sabe y está conectada con su valor.
Sentir culpa me lleva a repetir momentos horribles, en los que paso por encima de mi y le hago daño a los que me rodean.
Conozco muy bien lo que sucede al sentirme así.
Hoy, elijo conocer lo que sucedería actuando desde mi poder.
La culpa es incompatible con quien elijo ser hoy y con el propósito de Dios.
Es parte de lo que alguna vez fui.
Hoy, la veo de frente y decido que ya no lo es más.
Margaret Thatcher, Primera Ministra del Reino Unido (1979–1990), es famosa por varias frases contundentes. Una de las más recordadas es:
“There is no alternative.”
(“No hay alternativa.”)
Con esta frase defendía su modelo económico liberal y su rechazo al Estado del bienestar tradicional. Sostenía que el capitalismo de libre mercado era el único camino viable para el progreso económico y social.
Otra célebre es:
“The lady’s not for turning.”
(“Esta dama no da marcha atrás.”)
Con ella reafirmaba su determinación frente a las críticas y a las presiones para cambiar sus políticas económicas.
Malvinas.
La culpa no existe. Ya lo entendí. No es. Pero también toca cumplir la palabra dicha. Vibro en ese sentido también.